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miércoles, 29 de julio de 2015

153-Una Puerta abierta delante de ti.

Apocalipsis 2:

“Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.”(1)

Coincidiremos en que nada escapa del conocimiento de nuestro Dios, porque Él es el único omnisciente, omnipresente, eterno Todopoderoso creador y sustentador de la vida. Por Su palabra sabemos que Él conoce nuestras obras desde que son incipientes, como confusos deseos e incoherentes pensamientos (2).

Estar frente a Alguien que conoce todo de nosotros, nos hace sentir en extrema debilidad y gran temor. Nos revela cuán pequeños somos.

YO CONOZCO TUS OBRAS
En primer lugar, Él dice que conoce las obras de la iglesia en Filadelfia; luego hace dos reconocimientos: ‘has guardado mi palabra y no has negado mi nombre.’

Hemos analizado el significado de estas dos virtudes en el artículo sobre la carta a la iglesia en Pérgamo (3). Podemos estar seguros de que esas dos obras sean, por sí solas, características de una congregación fiel a Su Señor.

Haciendo un ejercicio de reflexión podríamos preguntarnos, aquí y ahora:
¿Somos concientes de que Él conoce nuestras obras como iglesia? ¿Sabemos bien a qué obras se refiere?

En lo individual, podríamos ser tentados para incluir en nuestra larga lista cosas tales como ‘ir a la iglesia’, ‘cumplir con el programa anual’, ‘no faltar en las ofrendas’, ‘participar en el coro’, ‘colaborar en el mantenimiento del lugar de culto’, ‘ser ujier’, ‘ser diácono’, ‘ser pastor’, ‘ser esposa del obispo’…. Es evidente que estas actividades y oficios, por bien realizados que sean, no son las obras que el Señor reconoce a la iglesia en Filadelfia.

¿Son las obras de aquellos cristianos similares a las nuestras?

El Señor nos explica dónde está la posible diferencia entre ellos allá y entonces, y nosotros aquí y ahora: aunque ellos tenían poca fuerza, ¡habían guardado Su palabra y no habían negado Su nombre!

UNA PUERTA ABIERTA QUE NADIE PODRÁ CERRAR
‘He aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar;’

Me permito compartir una breve referencia. Tuve el enorme privilegio de integrar el grupo de jóvenes que, con la sabia guía de líderes consagrados, aportó su entusiasmo en la organización nacional del movimiento estudiantil cristiano evangélico en las universidades argentinas, a mediados del siglo pasado. 

Los grupos locales tenían actividades semanales, mensuales y periódicas. Además, había un encuentro especial a nivel nacional que la mayoría hacía un esfuerzo extra para no perderse: el campamento anual de verano (en el mes de enero, por tratarse del hemisferio sur).

Las sierras de Córdoba, en la central provincia argentina, era la propuesta más conveniente para el esperado evento pues hacia más accesible el coste a pagar por los estudiantes de provincias lejanas. La hostería El Reposo, en Ongamira, más de una vez abrió sus puertas a ese contingente necesitado de unas buenas vacaciones. Administrado con gran amor por un matrimonio de inolvidables misioneros cristianos, el lugar se convertía en una escuela de verano donde los maestros de la Palabra, especialmente invitados, nos abrían las puertas a profundas enseñanzas. La incomparable belleza del paisaje ponía el mejor marco a esta importante etapa en nuestra formación cristiana.

Hacíamos varias excursiones cada año; una de ellas era a un paraje en la cima de un cerro al que íbamos para ver el amanecer. Medio dormidos aún (los más), los que por primera vez hacían esa experiencia (los menos) y todos con el deseo de compartir ese momento tan especial, partíamos caminando cuesta arriba en la pesada penumbra que precede al alba. Recibir al nuevo día entre cielo y tierra, ver salir el sol iluminando la magnífica Creación y cumplir con puntualidad su trabajo para beneficio de todos los seres vivos, nos emocionaba hasta las lágrimas. Agradecidos por ser testigos de la maravillosa obra de Dios, sintiéndonos de un corazón y una mente, terminábamos orando y alabando al Señor. Seguramente, es una memoria imborrable para los que hemos podido compartir esa vivencia.

Es legítimo preguntar por qué traigo a colación esta historia personal. La única respuesta que puedo dar es que, al estudiar lo que el Señor le dice a la iglesia en Filadelfia, he encontrado puntos de coincidencia con ella; y, en particular, con el nombre del sitio donde íbamos a ver salir el sol: ‘La Puerta del Cielo’.

En nuestro artículo anterior decíamos que las llaves de David en posesión del Señor de la iglesia significan Su autoridad para permitirnos obrar en el momento oportuno y abrir puertas de salvación a los que vagan sin rumbo.

Es prácticamente imposible dejar de pensar en Jesús, cuando informa a los que preguntaban si son muchos los que se salvan: “Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.”(4)O cuando anunció, sin ambages: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo.”(5) 

Los de Filadelfia conocían el significado de la figura que les presenta el Señor pues la ciudad había sido fundada con la misión de llevar la cultura y el idioma de la civilización helénica a otros reinos. Ahora, en el kairos (6) de Dios, los cristianos son informados de otra puerta abierta delante de ellos; pero se trata de una misión gloriosa y única: dar testimonio de Jesucristo y de Su obra salvífica a los que aún no le conocen.

W. Barclay hace una acotación interesante respecto del sitio donde fueron abiertas esas puertas:

“Filadelfia tenía una característica que ha dejado su impronta en la carta. Estaba al borde de una gran llanura que se llamaba la Katakekaumené, que quiere decir ‘la tierra quemada’; era una gran llanura volcánica en la que quedaban las señales de la lava y de las cenizas de los volcanes ya extintos. Tal tierra era fértil; y Filadelfia era el centro de una gran área vitícola y de producción de vinos.”(7)

La fertilidad de esa tierra nos lleva a recordar la explicación que Jesús da a sus discípulos, sobre la parábola de la semilla sembrada: “Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.”(8) 

La iglesia en Filadelfia es el paradigma de la buena tierra en la que cae la semilla que da fruto.

AUNQUE TIENES POCA FUERZA
Sin embargo, esos fieles sabían que eran débiles, que tenían poca fuerza. No estaban resignados; todo lo contrario, eran muy realistas. Seguramente conocían la posición paulina respecto de la relación fortaleza-debilidad:

“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.
Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” (9)

¿Cuántos creyentes conocemos que estarían dispuestos a aceptar que son débiles? ¿Qué respecto de nosotros?

En esta era en que todo apunta a elevar la autoestima pululan maestros que enseñan a ansiosos alumnos a convencerse a sí mismos repitiendo frases tales como ‘yo puedo’, ‘yo valgo mucho’, ‘yo merezco que me vaya bien’, ‘yo me amo’ (y les cobran excelentes honorarios para que lo crean y practiquen en la vida diaria).
Vivimos en la era de exaltación del ego humano, de la afirmación de los DD.HH., y de encendidos discursos sobre la prosperidad terrenal para todo aquel que cumpla con los requisitos impuestos por los gobernantes de turno.
Aunque sea por un momento, apaguemos la TV, dejemos el diario de lado, pongamos en pausa nuestro ordenador; y pensemos en los creyentes de Filadelfia.

Los filadelfos vivían en una zona de temblores de tierra y de terremotos de alto poder destructivo. Estaban siempre en estado de alerta ante la posible recurrencia de esos fenómenos. Sus casas y edificios públicos mostraban las rajaduras y deterioros como si fuesen cicatrices. Pero, a pesar de ello, permanecían en ese lugar; sólo se mudaban del centro a la periferia. Tenían allí una misión que cumplir y deseaban llevarla a cabo.

Aquí hay una enseñanza para muchos cristianos genuinos que ‘sienten el llamado a las misiones’. ¡Gracias a Dios por tantos hombres y mujeres abnegados que han quedado como hitos en la historia de la iglesia! Son ellos los que dejaron todo, fueron a vivir en países lejanos, asimilaron culturas e idiomas extraños con tal de llevar el Mensaje de Cristo. Sin embargo, no todos somos llamados a misionar en países lejanos. Hay los que son llamados a hacerlo allí donde fueron alcanzados por el amor de Dios y establecidos allí por Él para vivir su fe en Jesucristo.

Los creyentes de Filadelfia no tenían que ir lejos a testificar de Cristo y de su amor; tenían cerca a los destinatarios: ¡eran sus propios vecinos! No fueron famosos por enviar misioneros al exterior. Si lo hubiesen hecho hubiesen necesitado recursos, pues carecían de ellos. Ellos asumieron ser los misioneros que el Señor enviaba para alcanzar a sus conciudadanos. Y en esa tierra llevaron mucho fruto. ¡Vaya obra ejemplar la de estos filadelfos!

Si conviniésemos que es tarea difícil ir en misión a los que viven en países lejanos, sería bueno preguntarnos: ¿Es tarea fácil misionar entre nuestros propios conciudadanos? Independientemente del grado de dificultad que tenga: ¿La estamos haciendo?

Pero, además, el Señor les abre una puerta por la que pasarían otros que Él les enviaba. Y aquí tenemos una enseñanza adicional, gracias a la fidelidad de esos bravos hermanos y hermanas. Cuando el Señor vio que cumplían fielmente con la misión encomendada, les abre otra puerta; les confía una nueva misión.

Tenemos un Dios que todo lo conoce; si Él ve que hacemos Su obra por amor de Su nombre y de los que se pierden, en algún momento nos abrirá otra puerta que nadie cerrará. Él cumple con su promesa, porque es Fiel y Verdadero: “Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.” (10) 

Notemos bien, si lo que hacemos no es para sola gloria de Dios, sino por vanagloria, lo que tenemos nos será quitado. Es aquí donde debemos sacar lecciones para arrepentirnos a tiempo, si el Espíritu nos convence de pecado.

Como relata el historiador secular E. Gibbon, ninguna de las otras seis iglesias pudo superar la prueba del tiempo: 
“En Éfeso los cristianos lamentaban la caída del primer ángel (pastor) de la iglesia, que el primer candil de la Revelación se hubiese apagado; la desolación es completa, y el templo de Diana y la iglesia de María eludirán por igual el interés de los viajeros curiosos. El circo y los tres teatros de Laodicea ahora están poblados con lobos y zorros; Sardis ha sido reducida a una pobre aldea; el dios de Mahoma, sin un rival o un hijo, es invocado en las mezquitas de Tiatira y Pérgamo; y la populosa Esmirna está sostenida sólo por el comercio exterior de los Francos y Armenios.” (11)

Este autor nos transmite su visión de la realidad histórica. Tengámosla en cuenta al profundizar la Revelación. El apóstol Pablo interpretó más de una vez este concepto de ‘puerta abierta’. Ya hicimosreferencia a la ocasión cuando escribe a los corintios informándoles que se demoraría en Éfeso puesto que se le había abierto una puerta “grande y eficaz” y los adversarios eran muchos (12). Cuando había llegado a Troas el Señor también le abrió una puerta (13); pidió a los colosenses que orasen para que se le abriese una puerta para la Palabra(14), a su regreso de su primer viaje misionero, informó sobre la manera en que Dios les había abierto la puerta de la fe a los gentiles (15).

Recordemos que la iglesia de Jesucristo comenzó de manera extraordinaria entre los judíos y estos, con el tiempo –mayoritariamente, salvo honrosas excepciones- rechazaron la Buena Noticia de salvación. Cuando comenzó a ser predicado a los gentiles, fueron los judíos los que se abalanzaron en contra de los apóstoles y nuevos conversos y los persiguieron donde quiera que fuesen predicando a Jesucristo, acusándolos ante los gobernantes romanos por adorar a otro Nombre, en lugar del César. Rechazaron al Mesías, persiguieron a los cristianos, los acusaron delante del Imperio invasor y no se detenían hasta lograr que los martirizaran.

Por último, se infiltraron en la iglesia, intentaron judaizar a los recién convertidos. Por eso, el Señor los denomina ‘Sinagoga de Satanás’; se vanagloriaban de ‘ser judíos’ (hijos de Abraham), mintiendo.

Sabemos de predicadores exitosos que cayeron; de iglesias que explotaron convirtiéndose en mega-iglesias y murieron; de movimientos religiosos liderados por falsos profetas y apóstoles que arrastraron a miles de almas sencillas que ya no están; todos desaparecieron. Esas puertas fueron cerradas por Dios. Ya nadie las podrá abrir.

Como contraste, a los cristianos de la pequeña iglesia en Filadelfia el Señor les abrió otra puerta que nadie cerraría:He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado.

Ahora el poder de Dios opera para producir una revolución: Filadelfia, la pequeña iglesia con poca fuerza, será visitada por enemigos desconocidos ¡que la reconocerían como la amada del Señor!

Debemos recordar aquí en el AT que, con frecuencia, los judíos creyentes expresaban su esperanza de un nuevo tiempo cuando las demás naciones le rendirían homenaje a Israel.

Así lo expresa Isaías: “Y vendrán a ti humillados los hijos de los que te afligieron, y a las plantas de tus pies se encorvarán (…)Las labores de Egipto, las mercancías de Etiopía, y los sabeos, hombres de elevada estatura, se pasarán a ti y serán tuyos, irán en pos de ti, pasarán encadenados, y te harán reverencias (…) Reyes serán tus ayos, y sus reinas, tus nodrizas; con el rostro inclinado a tierra se postrarán ante ti y lamerán el polvo de tus pies” (16)

Por su parte, Zacarías tiene una visión del día en que todos los hombres de todas las naciones y lenguas se dirigirán a Jerusalén, “y se agarrarán al manto de un judío, y le dirán: ‘Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros.” (17)

La enseñanza apostólica mostró a los cristianos que la iglesia (asamblea) pasó a ocupar el lugar que la nación judía tuvo en el plan de Dios; para quien, un judío no era el que demostrase ser descendiente directo de Abraham, sino el que, cualquiera fuese su nacionalidad, hubiese hecho la misma decisión de fe que hizo Abraham (18).

La iglesia, fundada sobre la Roca que es Jesucristo, es el Israel de Dios (19). Las promesas que se le habían hecho a Israel las heredó la iglesia. Es a ella que se humillarán algún día todos los hombres en señal de sumisión.

En esto consistió la revolución en Filadelfia: que, inversamente a lo que los judíos esperaban (que las naciones se arrodillarían ante ellos, un día) serán ellos –junto a todas las naciones del orbe- los que se arrodillarán a los pies de Jesucristo, el Señor de señores, y Rey de reyes.

LECCIONES PARA NUESTRA MISIÓN HOY 
Me permito comenzar la lista que los estimados lectores completarán por su cuenta.

1. El campo misionero (‘todo el mundo’) no es exclusivamente el que está a miles de kilómetros de distancia; es también la ciudad y país donde hemos sido alcanzados por el poder salvífico del evangelio de Jesucristo.

2. La iglesia está diseñada por el Señor para influir en la sociedad secular donde Él la ha implantado; no dentro de las cuatro paredes del edificio donde ella haya decidido reunirse como ‘asamblea’ de redimidos. Está diseñada para salir ‘fuera del campamento’ a buscar a los perdidos, no para esperar a que ellos se decidan a entrar.

3. Si retenemos la sana doctrina de Jesucristo y Sus apóstoles, y no negamos Su nombre (le somos fieles en cualquier circunstancia, y lugar, cueste lo que cueste) Él aprobará nuestra obra y nos recompensará abriendo una nueva puerta delante de nosotros.

La clave del poder de la iglesia no está en la fe de los creyentes sino en Aquél en quien depositamos nuestra fe. Él es autor y consumador de nuestra fe (20).

“Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra.
He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”.(21)

Sobre estas promesas maravillosas que el Señor comparte con su amada iglesia en Filadelfia y con la que está en todo el mundo, en el tiempo de Su gracia, concluiremos en nuestro próximo artículo, si el Señor así lo permite.

Dios te Bendiga
Por Ministerio en Redes
Jehovà Mekaddesh

Evangelista Oscar Perez Rosado

Para la Gloria de Dios






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(10 de Agosto de 2015)

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