Septima Palabra:
Padre, en tus manos entrego mí espíritu. (Lucas 23:46)
Esta palabra expresa la oblación de la propia vida, que Jesús pone a disposición del Padre. Evoca el (salmo 30,6), en que el justo atormentado confía su vida al Dios bondadoso y fiel.
→En Cristo toda se había cumplido, sólo quedaba morir, lo que acepta con agrado y libremente. Esteban, protomártir cristiano, que imitó a Cristo en la primera palabra, lo hizo también en esta última, encomendando su espíritu en el Señor Jesús (Hechos 7:59). Abba, una palabra intima para referirse al ‘padre’. Jesús dando cumplimiento a la profecía (Salmo 22:8) puso su espíritu en manos de su padre amado. Jesús pone su espíritu el cual salía de su cuerpo en aquella hora, al cuidado del Dios Padre. Las últimas palabras de Jesús nos muestran un principio que todos los que tenemos a Dios como Padre podemos seguir. Cuando llegue el momento de partir de este mundo, digamos tal como Jesús mismo dijo, “Padre, en tus manos entrego mi espíritu”. Esteban pudo hacerlo, quiera Dios que nosotros también podamos en su debido momento.
Nosotros debemos intentar que cada día de nuestras vidas esté en las manos del Padre. Lamentablemente en nuestro tiempo esto parece volverse imposible, nuestra cultura no entiende que los tiempos de Dios no son los nuestros y en cada momento confía mas en sus fuerzas que en las de Dios.
Hoy parece que vivimos como si Dios no existiera, o por lo menos como si no tuviera influencia en nuestras vidas, hemos tomado solos las riendas de nuestras vidas y nos ha ido bastante mal pues no hemos puesto nuestro espíritu en las manos del Padre.
¿Cuántas veces he empezado algo sin rezar antes?
→¡Y después me quejo de cómo me va!
Todas esas veces fui crucificado, pero sin esperanzas de resurrección...
→Pues,
¿quién nos da la vida?
Y el que había temido al pecado, y había gritado:
→“¿Por qué me has abandonado?”,
No tiene miedo en absoluto a la muerte, porque sabe que le espera el amor infinito de Su Padre. Durante tres años se lanzó por los caminos y por las sinagogas, por las ciudades y por las montañas, para gritar y proclamar que Aquel, a quien en la historia de Israel se le llamaba →“El”, “Elohim”, “El Eterno”, “El sin nombre”, sin dejar de ser aquello, era Su Padre. Y también, nuestro Padre. Y el hecho de que tenga seis mil millones de hijos en el mundo, eso no impide que a cada uno de nosotros nos mime y nos cuide como a un hijo único. Y, salvadas todas las distancias, también nosotros podemos decir, lo mismo que Jesús: “Dios es mi Padre”, “los designios de mi Padre”, “la voluntad de mi Padre”. Y si es cierto que es un Padre Todopoderoso, también es cierto que lo es todo cariñoso. Y en las mismas manos que sostiene el mundo, en esas mismas manos lleva escrito nuestro nombre, mi nombre. Y, a veces, cuando la gente dice: “Yo estoy solo en el mundo”, “a mi nadie me quiere”, El, el padre del Cielo, responde: “No. Eso no es cierto. Yo siempre estoy contigo”. Hay que vivir con la alegre noticia de que Dios es el Padre que cuida de nosotros. Y, aunque a veces sus caminos sean incomprensibles, tener la seguridad de que El sabe mejor que nosotros lo que hace. Hay que amar a Dios, sí. Pero también hay que dejarse amar y querer por Dios.
→En las manos de ese Padre que Jesús conocía y amaba tan entrañablemente, es donde Él puso su espíritu.
AMEN
DIOS LOS BENDIGA. En su infinito amor.
💒PRO/PR2016©📡📲
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(Domingo ,27 de Marzo de 2016)
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