jueves, 24 de marzo de 2016

406.2-De cierto te digo,

que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Segunda Palabra: 
De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
(Lucas. 23:43)

    Sobre la colina del Calvario había otras dos cruces. El Evangelio dice que, junto a Jesús, fueron crucificados dos malhechores.
(Luc. 23,32).  

Es la respuesta de Cristo a la súplica del ladrón arrepentido. Jesús le promete la vida eterna. 

Crucificado entre dos criminales.Cruz es el castigo de pena capital más horrible del gobierno romano.El que clama a Jesús puede estar seguro que él responde.La vida eterna comienza aquí y ahora.En Cristo encontramos la vida eterna.

    No es cualquiera quien pronuncia como "Segunda palabra" esta promesa, es el mismo Camino hacia el paraíso y la Puerta a la vida nueva, con autoridad puede darnos este mensaje de esperanza. Hasta el último momento Jesús se preocupa por aquellos excluidos y marginados de la sociedad. A nosotros no nos es debido contradecir la Palabra de Dios, debemos velar por darle cumplimiento, por allanarle el camino. Pero ¡NO! por lo general hacemos lo contrario, en lugar de abrir las puertas del paraíso, se las cerramos en la cara a aquellos a quienes Jesús mismo invitó y llamó. Condenamos a las prostitutas, a los presos, a los enfermos, y mucho más si son de SIDA, a los homosexuales, a los drogadictos;a los criminales, a los violadores;  y más aún a los que no tienen el mismo color que yo, la misma ideología política, la misma condición social. Nuestras comunidades o membresias no se salvan de esta acusación, porque muchas veces le cerramos la puerta a los demás tan solo por ser diferentes, o tantas otras veces que recibimos a alguien pero no le damos su lugar. Ojalá seamos nosotros y nuestras comunidades los destinatarios de este mensaje esperanzador del Maestro, porque para la conversión, para volver la vista hacia Dios... nunca es tarde.

    La sangre de los tres formaban un mismo charco, aunque para los tres la pena era la misma, sin embargo, cada uno moría por una causa distinta. Uno de los malhechores blasfemaba diciendo: “¿No eres Tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!” (Luc. 23,39). Había oído a quienes insultaban a Jesús. Había podido leer incluso el título que habían escrito sobre la Cruz: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos”. Era un hombre desesperado, que gritaba de rabia contra todo. Pero el otro malhechor se sintió impresionado al ver cómo era Jesús. Lo había visto lleno de una paz, que no era de este mundo. Le había visto lleno de mansedumbre. Era distinto de todo lo que había conocido hasta entonces. Incluso le había oído pedir perdón para los que le ofendían. Y le hace esta súplica, sencilla, pero llena de vida: “Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino”. Se acordó de improviso que había un Dios al que se podía pedir paz, como los pobres pedían pan a la puerta de los señores.  ¡Cuántas súplicas les hacemos nosotros a los hombres, y qué pocas le hacemos a Dios!… Y Jesús, que no había hablado cuando el otro malhechor le injuriaba, volvió la cabeza para decirle: “Te lo aseguro. Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Jesús no le promete nada terreno. Le promete el Paraíso para aquel mismo día. El mismo Paraíso que ofrece a todo hombre que cree en El. Pero el verdadero regalo que Jesús le hacía a aquel hombre, no era solamente el Paraíso. Jesús le ofreció el regalo de sí mismo. Lo más grande que puede poseer un hombre, una mujer, es compartir su existencia con Jesucristo. Hemos sido creados para vivir en comunión con él.

AMEN

DIOS LOS BENDIGA. En su infinito amor.

💒PRO/PR2016©📡📲
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(Miercoles ,23 de Marzo de 2016)
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